miércoles, enero 10, 2007

Crisis en clave madridista

Descontento, fiestas, alcohol, kilos… La travesía madridista en su particular penitencia deportiva post-florentinista puede encontrar cientos de términos castellanos, (por cierto, a cada cual más viciado, turbio y turbulento) con el que describirse a sí misma. El ambiente en el vestuario dista mucho de ser el de un equipo cohesionado y unido, y Capello, con su peculiar pero no desconocido liderazgo de hierro, está haciendo lo indecible por mantener a raya a un grupo que, por lo que venimos oyendo y leyendo estos últimos días, está dejando de ser una plantilla profesional de fútbol para convertirse en algo más parecido a “la Casa de los líos” que copara las audiencias televisivas en los años 90.

Eso sí, Arturo Fernández ha dejado de lado el papel protagonista en favor de un Ramón Calderón que, heredando la tradición de no salir de casa sin un buen traje recién planchado, está acusando en su popularidad las consecuencias de la cada vez más agobiante, inverosímil e impropia situación de una institución de la historia, fama y caché de la del club blanco. Veamos: el resultado electoral aún no es definitivo legalmente, el técnico que fuera máximo baluarte del proyecto (a priori) ganador solicita la venta de 2 de sus delanteros por falta de compromiso, y por si el patio no tenía suficiente material en el que seguir hurgando, además de jugar feo y mal, se pierde.

Son todos estos muchos contratiempos, demasiados, para un equipo que vio como la llegada del nuevo presidente parecía recargar las baterías de la ilusión de una afición desencantada con su plantel de veteranos y viejas glorias (es un decir) en declive. Las cosas, pese a todo, no van tan mal como podría parecer. Los blancos aún siguen vivos a estas alturas de la temporada en las 3 competiciones en las que empezaron, ocupando además una meritoria 3ª plaza de Champions y con recientes y jóvenes fichajes que pueden (y deben) transformar por fin al equipo en lo que de verdad es el Madrid: un club fresco, ganador y con hambre de títulos y de hacer bien las cosas.

Pero para desgracia de los buenos cocineros, la crisis merengue va más de empachos de ese dulce manjar blanco que de resultados. Los kilitos acumulados en navidades pasadas no se recuperaron en su día y claro, con el paso de los años se van acumulando en esas maliciosamente situadas zonas de la anatomía del futbolista que, achatándole la figura, también le perjudican deportivamente. Aerodinámicamente no, es cierto; pero las ceñidas camisetas de las equipaciones de nuestra liga entorpecen las fintas y regates de cintura que en otros tiempos dejaban sentadito al más habilidoso. Y si al consabido aumento de longitud perimetral le sumamos un donaire de fiestero y juerguista, tenemos carne de rebaja de principios de año. Algunos ya insinuaron el verano pasado que ciertas estrellas del club madrileño podrían no llegar a comerse el turrón si su trabajo y compromiso no iba acorde con lo que se espera de un profesional del mundo de la fantasía, de la magia y del ilusionismo de este fútbol espectáculo de hoy en día. Pues Ronaldo se ha comido el de estas Navidades. Y Cassano también. Doy fe de ello. Eso sí, no apostaría ni un céntimo, ni siquiera aunque me pagaran la puja, a que repetirán la experiencia con polvorones y turrones de años venideros…

Pero, ay de mí pobre infeliz, ¿por qué tanta ironía tratando algo tan serio? Amigos lectores, redactores y aficionados varios no se confundan. Es un reír por no llorar. Este desesperado intento de encontrar una sonrisa por tímida que sea, en un tema tan angosto, es solo justificable por la batalla que tengo pendiente de combatir con esa otra lágrima fugitiva que, enrabietada y cargada del rencor de la vergüenza ajena, trata de hacer añicos la imagen simpática, sana y saludable de esos a quien hace no tanto aspirábamos a parecernos. Es la lágrima del desencanto. La lágrima de la inocencia perdida al volver a dar con nuestros huesos en este mundo nuestro de realidad aplastante.

Artículo publicado en www.wmfutbol.com

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